Siempre se ha dicho que una alimentación equilibrada es la base de toda vida sana, pero, lamentablemente, existen muchos factores que intervienen en ella. Por ejemplo, la presencia de anomalías genéticas en los alimentos o la composición analítica de éstos son algunos de los factores que no se aprecian a simple vista y que pueden determinar si un producto es bueno para la alimentación.
La composición química de un alimento suele ser diferente debido al medio donde crecen o los factores ambientales entorno a él.
Unos de los componentes que presentan los alimentos son los metales pesados. La cantidad de estos metales provienen de diversas fuentes, como puede ser el suelo en el que se cultivan, los fertilizantes, los plaguicidas, los desechos a los que están expuestos, etc.
Todos estos metales pueden ser, y en algunos casos deben ser, incorporados a nuestro organismo ingiriendo alimentos. Su concentración puede contribuir positiva o negativamente a nuestra salud. El exceso o defecto de estos metales en el organismo pueden ser la causa de enfermedades. En las siguientes líneas se exponen algunas de ellas.
Cadmio
El exceso de cadmio se acumula en los riñones ya que su excreción es muy lenta, por lo que suele producir calcificaciones o piedras en el riñón. Además, puede ocasionar diarreas, vómitos y daños gastrointestinales.
Al no poseer funciones nutricionales ni fisiológicas, no se considera que un déficit de cadmio sea algo negativo, de hecho, un bajo contenido de cadmio sería un indicador de un buen estado de salud.
Mercurio
Según la OMS, el mercurio es uno de los 10 productos o grupo de productos químicos que plantean problemas especiales de salud pública. Un exceso de mercurio en el organismo puede provocar pérdida de visión periférica o daños a nivel del sistema nervioso entre otros. Es muy importante recordar que no es la cantidad de mercurio lo que puede provocar mayores efectos, sino su sobreexposición.
Como el cadmio, el mercurio se considera una toxina, por lo que niveles bajos de este metal en el organismo indicarán un buen estado de salud.
Plomo
Cantidades elevadas de plomo producen, entre otros, saturnismo y daños en el sistema nervioso.
De nuevo, al igual que el cadmio y el mercurio, es un metal pesado, y, por lo tanto, tóxico, por lo que un bajo contenido en este metal es un buen indicador.
Cobre
En grandes cantidades, el cobre puede provocar lesión hepática y calambres, además de daños gastrointestinales generalizados. Tiene especial mención la enfermedad de Wilson, en la que uno de los síntomas es la acumulación de cobre en la córnea del ojo.
Sin embargo, su defecto es igual de perjudicial, produciendo cansancio extremo, parches en la piel y trastornos en el tejido conectivo.
Cromo
Una cantidad elevada de cromo en el organismo puede provocar anemia, fallo renal y problemas a nivel sanguíneo.
A su vez, un déficit de éste produce disminución de glucosa en sangre, confusión y pérdida de la coordinación.
Níquel
Un exceso de níquel puede provocar fallos respiratorios y problemas en los pulmones, riñones e hígado.
Un defecto de níquel produce anemia, y en el caso de los niños, disminución del crecimiento.
Selenio
El consumo de altas cantidades de selenio puede causar temblores, insuficiencia cardíaca y dificultad para respirar.
Mientras tanto, su ausencia produce la enfermedad de Keshan, que provoca ataques cardíacos.
Estaño
El exceso de estaño puede producir daños en el sistema nervioso y cerebro. Así mismo, una ingesta pobre provoca insuficiencia cardíaca.
Zinc
Un consumo elevado de zinc impide al cuerpo absorber magnesio, lo que deriva en problemas más graves.
Al mismo tiempo, un defecto de zinc puede causar pérdida del gusto y el tacto, además de retardar la cicatrización.
Parafraseando a Paracelso “La dosis hace el veneno”; la cantidad ingerida no tiene por qué tener un efecto negativo, todo dependerá de la concentración y de la frecuencia con la que se ingiere.
Desde Ferlabs se aboca a la necesidad de hacer análisis de metales a los alimentos, pues es la única manera de asegurar que el producto que llega al consumidor final tenga las garantías de que es inocuo para la salud.
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